jueves, 29 de marzo de 2007

La Democracia de "La Bola"

¿Es esto democracia?

¿Es la democracia una expresión emocional, o, es la democracia una expresión de nuestra razón? Para el Peje, la democracia es una manifestación de multitudes, de la “bola”, los líderes populares, como el Peje, y también lo fueron, hay que recordarlo, Hitler, Mussolini, Stalin, Castro, y por supuesto el payaso continental Chávez. Todos ellos comparten como característica principal la llenadera de plazas, llevar gente a las calles, e infieren o inferían estos líderes populares que la gente en la plaza representaba a la totalidad de la sociedad. Ese es el sentimiento de la “Convención Nacional Democrática”, que ni es convención, es un monólogo de varios, ya que aunque existan diferentes personas todos repiten exactamente los mismos argumentos y ni quien los contradiga, no es tampoco Nacional, y mucho menos democrática.

La democracia, Peje, peje zombies, no es una expresión de emociones en una plaza: Es una expresión íntima, en donde cada quien puede y debe votar en secreto, y esto es así, por que el secreto, da la oportunidad de disentir de optar por otra opción diferente al de la “bola”, en esta democracia, la formal, cada voto cuenta exactamente igual a otro voto, esto Peje, y Pejezombies es democracia, y debe, para que pueda ser llamada así, votar toda la sociedad, ¿entienden lo que significa toda?, no únicamente los “delegados” elegidos por no se quién, que se congregan en el zócalo. Esto es democracia, la del voto secreto, que se emite (supuestamente) empleando la razón, y que comprende a toda la sociedad en edad de discernir para elegir entre distintas opciones, esta es superior a la democracia del Peje, la democracia de la multitud, por que es más libre, justa y racional. Es más fácil provocar emociones, sobre todo, se ha sabido “conectar” con gran eficacia con la parte más oscura del alma nacional, con ese reducto atávico del mexicano perpetuamente humillado que quiere tomar desquite. El discurso de los perdedores, aquel en el que basta quitar unos cuantos villanos y ponerlo en el poder para que como por acto de magia todos los problemas nacionales se resuelvan; produce una gran carga emocional, es mucho más fácil provocar emociones que provocar el razonamiento, la razón, exige esfuerzo, conocimientos, análisis, la emoción no. Por eso a nuestro líder populachero no le resultan atractivos los procesos electorales racionales, ni el adversario racional, y rechaza la frialdad del IFE y del Tribunal Electoral “Al diablo con las Instituciones”, afirma.

Los psicólogos, estudiosos de nuestros procesos personales internos que estudian la manera como decidimos cosas todavía discuten si nuestra razón está por encima de nuestras emociones o si la razón, a pesar de su independencia lógica, sigue siendo la esclava de nuestras emociones. Para mí, una persona madura utiliza su razón para dominar o encauzar los impulsos de sus emociones.

El Peje, y sus incondicionales pejezombies, al no aceptar la derrota, al no estar preparados para ser vencidos no pueden emocionalmente aceptar los resultados adversos de las elecciones ni tampoco las resoluciones del Tribunal Electoral, están obligados por su propia incapacidad intelectual a distorsionar la realidad, para que la emoción domine a la razón. El resultado ha sido una serie de agravios, de falta de respeto a los derechos del resto de la sociedad, como el plantón de Reforma.

Quiere cambiar la Constitución (como si ésta no fuera ya lo suficientemente nociva), y para ello rompe con todo el mundo. Sólo aislado, con su bola, por muy grande que sea, sacándole provecho al mundo de las emociones, vendiendo ilusiones, fantasías de un rescate de la pobreza sin un plan racional, o vendiendo el nacionalismo a ultranza de tiempos de Cárdenas o de Juárez.

Y, seguir con su concepto muy irracional de democracia, la democracia emocional, la democracia de la bola, la democracia de la plaza.

¿Podrá el Peje, alguna vez entrar en razón, y entender de una vez que significa democracia? ¿Podrán sus seguidores entender que la multitud en una plaza, no es democracia?

viernes, 9 de marzo de 2007

Discurso a los Perdedores

¿Por qué López Obrador adquirió tal popularidad? ¿Por qué sigue tendiendo vigencia?

Por que su discurso estaba y está dirigido a los perdedores.

El discurso para los perdedores es atrozmente simple: Basta con quitar a unos cuantos villanos, basta con poner en el poder a los buenos para que, por ensalmo, recuperemos el paraíso perdido.

El “gran logro” de AMLO es haber sabido “conectar” con gran eficacia con la parte más oscura del alma nacional, con ese reducto atávico del mexicano perpetuamente humillado que quiere tomar desquite –así sea simbólico, echando mentadas de madre o alcoholizándose hasta el embrutecimiento total- de lo mal que lo ha tratado la vida.

Nunca he leído o escuchado que el señor López, tan locuaz, hable de prosperidad, esfuerzo, trabajo, productividad o civilidad. En cambio sus discursos son prolíficos en gracejadas folclóricas –los camajanes, las chachalacas– dirigidas contra terribles villanos, los ricos, por supuesto, clase media incluida, los “oligarcas”, el “innombrable”, el consenso de Washington, en fin, “malosos” en el discurso del Sr. López sobran, y a todos ellos el pueblo victimizado derrotará.

Y no se trata de darle color y “chascarrillo” a la retórica, no, AMLO contrasta significativamente con nuestro ex presidente “charro” Fox, de retórica campirana folclórica, con tintes incendiarios (cuando candidato), muchas veces insensata y poco mesurada. No, la diferencia con AMLO no es la forma (abominable, por cierto), sino el contenido: Mientras que Fox hablaba y habla de triunfadores y de prosperidad, el señor López predica el ajuste de cuentas y el desquite contra los malvados. Este discurso es la simiente del odio, y la historia nos revela que este tipo de discursos no redundan en períodos de paz y progreso, sino que son el preámbulo de la crispación y el encono.

El discurso para los perdedores –a quienes se promete una especie de revancha mágica- es atrozmente simple: Basta con quitar a éstos cuantos villanos, basta con poner en el poder a los buenos para que, por ensalmo, recuperemos el paraíso perdido. Pareciera, en el discurso de López, que hubo una edad de oro, dichosa, en la que México fue inmensamente rico y feliz. Lo que sucedió es que llegaron unos malos y nos hundieron en la pobreza. No hay claroscursos sino puro blanco y puro negro. No hay matices, no hay detalles (el diablo está en los detalles), no hay análisis. Es un acto de fe que tiene que mover montañas, ¿cómo “fregados” no han de moverse si todos queremos que las montañas se muevan?

Pasmoso también es el discurso en otras materias, como la educativa. No se trata de prepararnos para la competencia y para la productividad. No. Se trata de aumentar la cobertura –lo dijo el señor López también el sábado pasado- para que los jóvenes no anden de ociosos. Olvídense, queridos perdedores, de universidades de excelencia o de apuestas por el capital intelectual –como en China o en la India-, habremos de tener todas las guarderías que sean necesarias para adolescentes y jóvenes. El único requisito para entrar a la guardería –bautizada graciosamente como preparatoria o universidad- será la edad, ni hablar de engorrosos y discriminadores de exámenes de conocimientos y aptitudes. Pase automático al paraíso perdido. Del mismo modo las pensiones dejarán de tener relación alguna con una vida previa de trabajo y esfuerzo. Son otros boletos gratis al paraíso por el solo hecho de necesitarlos. Cualquier género de meritocracia –especialmente la intelectual- es abominable para este discurso. No en vano los seguidores más fanatizados del inefable López proclaman como grandes lumbreras intelectuales a Guadalupe Loaeza , a Federico Arreola, o a Ricardo Rocha porque “el que no conoce a Dios dondequiera se anda hincando”.

La enorme popularidad que AMLO tuvo, y, que mermada pero aún tiene, es una tragedia que tantos y tantos perdedores, “hombres niño” hallan visto y aún vean en él la reivindicación de todas su envidias, de todos sus rencores, su desquite, y también una vergüenza que tantos y tantos crean que el futuro está en los designios de una sola persona. Lamentable, México es un país de niños adultos y de perdedores.